Todos los vallisoletanos conocemos, más o menos, la historia de nuestra catedral inacabada diseñada por Juan de Herrera. Algo menos enterados estamos de la torre que se derrumbó en 1841.

Hoy miramos la fachada y vemos a la derecha la torre de la Epístola, y podemos pensar que es la que se derrumbó y se volvió a construir, pero no es así. Hasta 1841 la única torre que existía era la del lado izquierdo de la fachada, la del Evangelio, cuyos restos truncados vemos desde la plaza de Portugalete.

La torre en cuestión se levantó, más o menos según los planos de Herrera, entre 1703 y 1709. Cuando se levantó el segundo cuerpo de la fachada, según trazas de Churriguera, se modificó la torre, añadiéndola un cuarto piso ochavado donde se instaló un número superior de campanas al proyectado por Herrera, cubriéndola con cascos de sección ojival e instalando un reloj entre el segundo y tercer piso. Las obras fueron realizadas por el maestro de cantería Antonio de la Torre y convirtieron la torre en el edificio más alto de nuestra ciudad con sus 270 pies de altura (75 metros aproximadamente).

Grabado de Fournier que muestra la fachada

de la catedral antes de la caída de la torre.

Pronto empezó a tener problemas, ya que en 1726 sufrió su primera reparación y la siguiente en 1746.

En 1755 se produjo el terremoto de Lisboa, cuyos efectos se sintieron en nuestra ciudad. Ventura Pérez, en su Diario de Valladolid, relata como aquel 1 de noviembre la torre se bamboleó de tal forma que hizo sonar el reloj y sufrió grandes desperfectos.

En 1761, la torre se encontraba en muy mal estado y se encargó a Ventura Rodríguez un proyecto para asegurarla. Las obras consistieron en asegurar la torre con cuatro cadenas de hierro colocadas a distintas alturas: la primera sobre el entablamento con el que termina el cuerpo bajo, la segunda en el friso del entablamento que coronaba el segundo cuerpo, la tercera en el friso del entablamento con el que se coronaba el tercer cuerpo y la cuarta, en la parte alta del cuerpo ochavado.

El 31 de mayo de 1841, sobre las 12 de la mañana, Valladolid sufrió un fuerte temporal de agua, viento y granizo que finalizó sobre las 3 de la tarde, y que no era más que la continuación del mal tiempo que había padecido durante todo el mes.

Sobre las 5 de la tarde, la torre se derrumbó a partir del último cuerpo donde estaban las campanas, arrastrando gran parte del tercer y segundo cuerpo, con el reloj incluido.

Parte de la torre cayó sobre la fábrica de la catedral y sobre la capilla del Sagrario, destrozando la bóveda, otra parte cayó sobre La Esgueva cegando el cauce. En su caída se llevó por delante las bóvedas, vigueteados, escaleras, balaustradas y cornisamientos y el antiguo rollo conocido como el león de la catedral que había sido trasladado desde la plaza de Santa María al atrio de la catedral.

Dibujo de Isidoro Domínguez Díez

que muestra el estado de la torre tras el derrumbamiento

El periodista José Ortega Zapata relataba así lo sucedido:

“fue como si hubiesen disparado muchos cañones a la vez; y la ciudad y las habitaciones de las casas se vieron envueltas en densísima nube de polvo, casi impalpable, pero que asfixiaba”.

Afortunadamente, sólo dos personas resultaron heridas: el campanero Juan Martínez y su esposa, a la que tardaron 30 horas en sacarla de entre los escombros, que tenían su vivienda en la torre en un cuarto junto al campanario.
Días después, tras el informe de los técnicos, se procedió a despejar toda la zona de los escombros caídos y a desmontar la parte de la cúpula y del octógono que habían quedado en pie.

El Ayuntamiento y el Cabildo decidieron demoler cuanto antes los restos de la torre, pero entre que andaban escasos de fondos y el riesgo que conllevaba la operación, nadie se presentaba para realizarlo. Como curiosidad, decir que solo se presentó voluntario Francisco González, un presidiario que cumplía condena por homicidio y que presentó un plan para proceder al derribo, con un presupuesto bastante bajo de 10.500 reales y como pago de su trabajo, la exención de su pena; los arquitectos estudiaron y aprobaron el plan que se fue desarrollando con éxito y que concluyó el 14 de agosto de 1841.

Posteriormente, se consideró que se debía continuar el desmonte hasta el primer cuerpo de la torre. Se contrató de nuevo a Francisco González, esta vez cobrando 170.000 reales, quién continuó la demolición hasta la altura que vemos en la actualidad.

Así, la catedral se quedó sin torre, sin campanas y sin reloj, y la ciudad sin su símbolo y referencia, ya que se veía desde cualquier punto de Valladolid, hasta que en 1878 se decidió construir la torre actual, después de abandonar la idea de reconstruir la torre caída.

Fuentes consultadas:

wikipedia

 11-10-2013

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