LO QUE YA NO ESTÁ

El Valladolid desaparecido

LA FUNDICIÓN SIDERÚRGICA

DEL CANAL CASTILLA

Con el gran auge industrial que llegó con el Canal de Castilla, y con el fin de surtir de material a las fábricas implantadas alrededor del Canal, se construyó una fundición siderúrgica.

Estaba situada en el primer salto del Canal, junto a la fábrica de harinas de la dársena.

Fue fundada en 1842 por los técnicos franceses Cardailhac y Mialhe, con una concesión temporal de la Compañía del Canal.

Tenía una fragua y dos hornos del tipo Wilkinson. Se dedicaba a la fabricación de piezas y engranajes para las nuevas fábricas de harina del Canal.

Aunque solo utilizaba el sobrante del primer salto para su producción energética, durante los siguientes años el negocio creció considerablemente, llegando a duplicar el terreno que ocupaban las instalaciones.

El 22 de junio de 1856, durante los “Motines del Pan”, fue afortunada, ya que solo sufrió algunos daños, mientras otras fábricas y edificios del Canal de Castilla quedaron totalmente destruidos al ser incendiados.

Cardailhac se asoció con el empresario Félix Aldea.

En 1856, finalizada la concesión temporal, la fundición volvió a manos de la Compañía del Canal, quién se la arrendó por 15 años a la sociedad “Félix Aldea y Cía”, formada por este empresario, por los hermanos José María y Lorenzo Semprún y Juan Fernández Rico.

En 1858, Félix Aldea adquirió en las proximidades, un gran terrero, con el fin de convertir la fundición en un gran complejo siderúrgico con una empresa aparte.

Se construyeron nuevos edificios en el nuevo terreno, que estaba delimitado entre las actuales Avenida Gijón y la calle López Antolí (antes Fundición). La nueva empresa llegó a tener 10 talleres y varios almacenes, alcanzando la producción en 1861 los 1,50 millones de reales anuales y a tener 200 empleados.

Entre 1862 y 63 los socios abandonaron la sociedad por las grandes inversiones que requería la expansión. Entonces se asoció con el ingeniero francés Agustín Eyries.

En 1864 intentó convertir la empresa en una sociedad con acciones por 20 millones de reales denominada “La Fundidora y Constructora Castellana, pero no llegó a conseguirlo.

En 1867 Agustín Eyries abandonó la sociedad, y la compañía quedó disuelta.

En 1870 falleció Félix Aldea y la empresa, debido a su mala situación desde 1868, no le sobrevivió y fue desmantelada en los años siguientes.

En 1871 venció el arrendamiento de la empresa primitiva y volvió a la Compañía del Canal.

Al parecer, la fundición quedó como taller de la propia Compañía y ocasionalmente para fundir alguna estatua, como la del monumento a Cervantes en 1877.

En 1883 le fue arrendada por 10 años a Gonzalo Bayón, asociándose con el militar Ramón López Navarro para formar la sociedad “López y Bayón”. La sociedad se disolvió en 1884 quedándose solo Bayón.

A finales del siglo XIX las actividades de fundición en las empresas creadas alrededor del canal desaparecieron, ya que se habían creado nuevas empresas destinadas a este fin, como: la Compañía del Ferrocarril del Norte, Fundiciones Gabilondo o los Talleres de Miguel de Prado.

En un plano de 1900 aparecen los edificios totalmente transformados. Lo que fue el edificio principal era un taller de carpintería, otro una fábrica de tejidos con 15 telares mecánicos y 30 manuales, y los otros dos albergaban talleres de devanado, almacén de tejidos y secadero.

En 1912 las instalaciones estaban en estado ruinoso y habían sido alquilados a la fábrica de harinas contigua.

Las instalaciones permanecieron casi abandonadas hasta 1938, cuando la Compañía del Canal se lo vendió a Manuel López Antolí, quien la remodeló completamente y la convirtió en una industria de blanqueo y tintes de tejidos.

Al fallecimiento del propietario en 1940, la empresa pasó a su sobrina Carmen Vidal López, quien junto a su marido y otros tres socios creó la empresa “Textil Castilla, SA”.

En 1945, adquirieron los terrenos de la harinera de al lado, “La Palentina”, derribaron los edificios y las unificaron en una sola empresa textil. Bajo el nuevo edificio, se conservó la infraestructura hidráulica de las dos fábricas.

La ampliada fábrica se destinó al blanqueo, tinte, estampación, aprestos y acabados de tejidos de algodón, lana, seda, lino y sus mezclas, surtiendo a las provincias de la región e incluso a empresas de Cataluña.

Posteriormente, los terrenos y edificios pasaron a ser propiedad de la empresa Hemalosa Industria Textil SA., en la hoy denominada Calle de Manuel López Antolí.

Fuentes consultadas:
La evolución del primer espacio industrial de Valladolid: La Dársena y el Derrame del Canal de Castilla (1836-1975). Un ensayo de arqueología industrial., publicado por María Francisca Represa Fernández y Juan Helguera Quijada.

03-06-2016

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